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miércoles, 29 de abril de 2015

Monumentos de Sevilla: Real Monasterio de San Clemente

 
 
REAL MONASTERIO DE SAN CLEMENTE:

Cuando Fernando III conquista la ciudad de Sevilla en 1248, vio realizado uno de sus grandes sueños políticos. La Sevilla almohade que el Santo rey obtuvo por la fuerza de las armas, era entonces una de las más grandes y hermosas ciudades de la Península Ibérica. Su extensísima muralla guardaba no sólo importantes mezquitas y edificios oficiales, sino inmensos palacios donde habitaba la aristocracia musulmana de la época. La entrada de las tropas castellanas en la ciudad tuvo lugar un 23 de noviembre, festividad San Clemente. La mejor forma que encontró Fernando III de darle gracias a Dios por esta victoria sobre los almohades fue erigir un monasterio dedicado a este Pontífice. Para ello, donó a la que será futura comunidad monástica unos palacios cercanos al río, resguardados por la muralla, en la zona de la llamada puerta de Bib - Arragel. Un enclave original que aún hoy se mantiene, tras más de siete siglos y medio de vida.

Un monasterio como éste, no podía ser ocupado más que por la orden monástica que en estos momentos aparece más ligada a la familia real: el Císter femenino. El dato más antiguo que se tiene de la existencia de este monasterio procede de un documento emitido por Fernando III poco después de conquistar la ciudad. Se trata de la donación, fechada en 1249, que el monarca hace a la Orden de San Juan de Jerusalén, de unas casas que lindan con otras del Monasterio in honore Sancti Clemente. El proyecto de fundación fue, pues, inmediato al inicio de la vida cristiana de Sevilla, pero su auténtica puesta en marcha, los comienzos de la vida en comunidad en estas casas - palacios, tendrá lugar bajo el reinado del hijo del conquistador, Alfonso X, apoyado en todo momento por el que había sido confesor de su padre y que era, en ese momento, ya arzobispo de Sevilla: Don Raimundo de Losada, más conocido en la ciudad como Don Remondo.

Fue así como la Corona - Alfonso X, el Sabio - y el arzobispado de Sevilla - Don Remondo - se unen en los años 80 del siglo XIII para dotar y apoyar a una comunidad de monjas del Císter que inicia ahora su vida, cumpliéndose así los deseos del Santo rey. A estos importantes patronos se unirá, por deseo del monarca, la ciudad de Sevilla, que también participa en la dotación del monasterio. La primera abadesa conocida fue una gran señora llamada Doña Gontrueda Ruiz de León, con la que se inicia la larga y fructífera vida de este cenobio femenino.

Con estos gloriosos inicios, no es de extrañar que la historia de nuestro monasterio se desarrolle muy estrechamente ligada al arzobispado, por supuesto, pero también a la Corona y a la ciudad de Sevilla. De Sevilla recibirá en su claustro a las más importantes damas de la sociedad de los siglos medievales, así como, en tiempos modernos, a representantes de los sectores sociales más significativos de la ciudad. Con la Corona mantendrá un contacto permanente, que se aprecia en los numerosos privilegios que esta institución le concede y en el amparo regio que nunca le faltó. Quizás el mejor ejemplo de esa relación con la familia real sea el hecho de ser este monasterio Panteón Regio.

Esta distinción, es decir el hecho de ser elegido como lugar de descanso eterno por algunos familiares de los reyes, comienza muy pronto. Será una infanta castellana llamada Doña Berenguela, hija primogénita de Alfonso X, quien al ser enterrada en el monasterio convierta el recinto de la clausura monástica en Panteón real. Medio siglo después, será una reina de Castilla la que descanse en su Iglesia. Hablamos de Doña María, esposa del monarca Alfonso XI y madre del rey Pedro I - el Justiciero en la tradición Sevillana, una mujer que nos consta pasó largas temporadas de su vida en el interior de esta clausura. A finales del siglo XIV, la comunidad acoge como religiosa a otra infanta, Doña Beatriz de Castilla, hija de Enrique II Trastámara, viuda entonces de D. Juan Alonso de Guzmán. Ingresa en San Clemente en 1396 y aquí redacta su testamento, en el que ordena que la entierren en el Coro de San Clemente, en el enterramiento de la Infante - se refiere a Doña Berenguela - y que compren una lámpara que la pongan sobre mi huesa y arda perpetuamente. Así se cumplió pudiendo verse aún hoy, en el Coro bajo de la Iglesia, la citada lámpara - joya de la orfebrería de principios del XV - con los escudos de la casa de D0 Beatriz.

Claro que el edificio actual de la Iglesia no es el mismo en el que se instaló en origen la sepultura y la lámpara de esta infanta de Castilla. La comunidad cisterciense de San Clemente crece de forma importante en el siglo XV y en la siguiente centuria hubo que hacer una nueva iglesia, más acorde con el número de religiosas y las necesidades de espacio que esto provocaba, pero de eso se hablará más tarde. Precisamente esta ampliación de la iglesia a finales del siglo XVI, nos informa de que nuestro monasterio no fue importante en Sevilla solo en los siglos medievales, en la etapa de nacimiento. De hecho, San Clemente mantuvo, a lo largo de los siglos posteriores, su papel de gran centro de religiosidad femenina en la capital del Guadalquivir, superando muchas dificultades, pero manteniendo siempre viva la esencia del Císter.

Hoy, sigue cumpliendo ese papel en la sociedad Sevillana. La comunidad, regida por una abadesa - Sor Esperanza - que pasará a la historia por su buen hacer y dedicación en favor del resurgir físico y espiritual del monasterio, es en la actualidad espejo para muchas comunidades. En la dirección de este Real Monasterio, ayudan a la abadesa una priora y una subpriora. En conjunto son 20 monjas profesas y 4 en periodo de formación - 3 junioras y 1 postulante -.
 
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