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martes, 31 de marzo de 2015

Leyenda: Calle Sierpes

 
 
LA CALLE SIERPES:

Sería mas correcto el nombre de "Calle de la Sierpe", el primer nombre que tuvo la calle fue el de Espaderos, por la abundancia de establecimientos que existían de este tipo, por existir en ella un hospital y hermandad que construían espadas, años después fue rebautizada con el nombre de Sierpes tal vez por su serpenteante forma. Como calle de la Sierpe llegó a ser universalmente famosa a partir del siglo XV al constar en los relatos de obras de escritores de renombre como Cervantes, encarcelado en una celda en La Cárcel Real de Sevilla ubicada en esta misma calle, (Comedia "El rufián dichoso"). Exactamente no sabemos cuando se cambió el nombre. El ilustre Luis Montoto atribuye el nombre a que en esta calle residía Don Álvaro Gil de la Sierpe. También aseguraban que había una barbería-botica siendo la sierpe un símbolo usado de desangradores. Otra posibilidad, la existencia del Mesón de la Sierpe.

Lo que si destacaron fueron unos hechos ocurridos a finales del siglo XV. Periódicamente desaparecían niños no volviéndose a saber mas de ellos. Desaparecían durante la noche en sus casas o en sus juegos por la calle, lo que promovía todo tipos de supuestos e interpretaciones. Hasta que un día alguien alertó a don Alfonso de Cárdenas, Comendador de León, quien regentaba la ciudad por entonces. No quiso dar su nombre hasta estar seguro de una recompensa recibida por escrito, la de su libertad, don Alfonso de Cárdenas asintió y mandó al escribano a hacer su trabajo. Fue entones cuando dio su nombre y procedencia. Era Melchor de Quintana y Argüeso, bachiller en letras por estudios de Osuna, reo fugitivo condenado por participar en una rebeldía contra el rey obedeciendo a su señor el duque de Arcos quien le dejó en la estacada, fue detenido y encarcelado en La Cárcel de Sevilla. Una vez huido de la cárcel mediante excavación, aprovechando las galerías subterráneas que recorren el subsuelo de la ciudad, se que topó por casualidad con el ladrón de niños.

Una vez firmado el documento de libertad, solo quedaba canjearlo por el autor de las desapariciones. Melchor condujo a don Alfonso con su grupo de hombres armados, y una vez bajo la calle Espaderos encontraron muerto al ladrón de niños con una daga clavada hasta el puño. En efecto, era el causante de las desapariciones, restos de huesos desperdigados lo confirmaban. El monstruo era una serpiente del grosor de un hombre, cuyo cadáver fue expuesto en la misma calle Espaderos. De todos los barrios venían a verla, y en los relatos tanto se mentaba la calle de la sierpe que terminó por borrar en nombre anterior.
 
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