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martes, 31 de marzo de 2015

Leyenda: La Piedra Llorosa

 
 
PIEDRA LLOROSA:

En 1857, durante el reinado de Doña Isabel II y bajo el gobierno de Narváez, tuvo lugar la primera guerra carlista. Se sucedieron los motines y cuartelazos.

Un grupo de jóvenes liberales Sevillanos, capitaneados por el coronel retirado D. Joaquín Serra y dirigidos por D. Cayetano Morales y por D. Manuel Caro, decidieron alzarse en armas. Organizaron una partida fulastrona, que el 29 de junio se echó al monte, camino de Ronda, cometiendo diversas tropelías en El Arahal y otros pueblos. En Benaoján les diéron alcance las tropas de los regimientos de Albuera y de Alcántara.

Los sublevados apenas dispararon un tiro, mientras las tropas les hicieron 25 muertos en las primeras descargas e hiciéron prisioneros a todos los supervivientes. El lance costó el cargo al gobernador y al capitán general. Madrid envió con plenos poderes (civiles y militares), a un duro comisionado de Narváez, D. Manuel Lassala y Solera quien, sin que le temblara la mano, mandó fusilar a los 82 detenidos que se hallaban presos en el cuartel de San Laureano.

El alcalde D. García de Vinuesa pidió en vano el indulto, pues, la mayoría eran menores de edad y miembros de familias de aristócratas de Sevilla.

Llegada la mañana del 11 de julio, fueron sacados de San Laureano y llevados a la Plaza de Armas del Campo de Marte para ser fusilados.

La misma Sevilla novelera que acudía a la plaza de San Francisco a los autos de fe, llenó las afueras de la Puerta de Triana para ver el fusilamiento. Sacerdotes y hermanos de la Caridad ayudaban a bien morir a los muchachos que, no acababan de creerse que aquellos soldados los fusilarían.

En aquel espanto llegó el alcalde D. García de Vinuesa con dos alguaciles, y diose cuenta de lo inútil de su intento por salvarlos.

El alcalde desolado, se fue hacia la Puerta Real y, hallando una piedra en una esquina, se sentó rompiendo a llorar. D. García de Vinuesa lamentó de todo corazón la muerte de aquellos sevillanos fusilados (los alguaciles que lo acompañaban contaron como oyeron al alcalde lamentarse una y otra vez, durante horas).

Desde entonces, aquella piedra donde el alcalde se sentó, recibió el nombre de " La Piedra Llorosa" y ha sido conservada a lo largo de los tiempos.

Esta piedra se encuentra al final de la calle Alfonso XII.
 
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