LA MALDEGOLLADA:
Cuenta esta leyenda un hecho, que por el tumulto ciudadano que provocó, ha llegado hasta nuestros días. Ocurrió por el año 1624 en Sevilla, en la actual calle Hernando Colón, entonces dividida en dos tramos: calle Tundidores (si entramos por calle Alemanes) y calle Alcaicería de la Seda (si entramos desde San Francisco).
En la acera izquierda de la calle Alcaicería de la Seda, según entramos desde San Francisco, vivía un sastre llamado Cosme y Manuela Tablantes, su mujer. Tenían contratado a un joven mancebo llamado José Márquez, el cual, mantenía ilícitas relaciones amorosas con Manuela a espaldas de su marido.
El joven Márquez, aprovechaba cualquier excusa para visitar a su amada en sus aposentos, como por ejemplo, la falta de hilo o cualquier utensilio. Tanto se prodigó esta situación, que Cosme un día subió al primer piso y presenció atónito la escena de adulterio.
Cosme salió y fue a la Real Audiencia que estaba cerca. Las leyes de entonces, contemplaban que una vez pasado el acaloramiento del marido ultrajado, solo podía denunciar el hecho y así exigir incluso la pena de muerte para ambos en vez de ejecutarlos él mismo, acto que pudo ocurrir durante el trance en que Cosme sorprendió a la pareja.
Cosme, rencoroso, rechazó las peticiones de clemencia protagonizadas por amigos, familiares, e incluso la propia Real Audiencia. Y el 22 de Octubre de de ese mismo año se confirmó la sentencia de muerte en la horca y en racimo para estos casos. El mismo día por la tarde se dispuso según costumbre a construir el cadalso en la Plaza San Francisco.
El ajusticiamiento de Manuela y Márquez provocó tumultos en la ciudad, no siendo aceptado a nivel popular, y jóvenes estudiantes durante la noche quemaron las instalaciones para la ejecución. Esto volvió a ocurrir en la noche siguiente, nuevamente se quemó el cadalso, hasta que por fin a la tercera noche se dispuso vigilancia mediante soldados en los accesos a la plaza.
Al día siguiente, llego el momento de cumplir sentencia, por el arquillo del Ayuntamiento que comunicaba con el convento de San Francisco (situado entonces en la Plaza Nueva actual), apareció una comitiva de frailes franciscanos que se disponían abortar la ejecución. Los soldados no dejaron avanzar la comitiva, pero aprovechando el tumulto unos cuantos de franciscanos accedieron hasta Cosme, y un corpulento fraile en un gran abrazo de amor, le metió el crucifijo en la boca y gritó que por fin Cosme perdonó. Cosme con un dedo que le quedaba libre decía que no, pero no lo veía nadie. Lo que si se oía era la voz del corpulento fraile Padre Soto gritar ¡Ha perdonado! ¡Ha perdonado!
Los estudiantes se abalanzaron hacia el cadalso, el regente de la Real Audiencia hizo gesto de irremediable, y el asistente ordenó a la tropa no intervenir. Los estudiante arrebataron de la horca a los sentenciados y se los llevaron a hombro como triunfo al convento de San Francisco. Cosme quedó solo en la grada, la tropa se marchó y la gente regresó a sus casas.
Cuando se enfriaron los ánimos, la Real Audiencia reclamó los reos al convento, y exigió a Cosme que perdonase las vidas para evitar conflictos públicos. Márquez fue castigado durante una temporada a galeras, y Manuela ingresada en un convento. Pero pronto salió Manuela y volviendo a sus andadas, y de ahí por lo que la decían "La Maldegollada".
Cuenta esta leyenda un hecho, que por el tumulto ciudadano que provocó, ha llegado hasta nuestros días. Ocurrió por el año 1624 en Sevilla, en la actual calle Hernando Colón, entonces dividida en dos tramos: calle Tundidores (si entramos por calle Alemanes) y calle Alcaicería de la Seda (si entramos desde San Francisco).
En la acera izquierda de la calle Alcaicería de la Seda, según entramos desde San Francisco, vivía un sastre llamado Cosme y Manuela Tablantes, su mujer. Tenían contratado a un joven mancebo llamado José Márquez, el cual, mantenía ilícitas relaciones amorosas con Manuela a espaldas de su marido.
El joven Márquez, aprovechaba cualquier excusa para visitar a su amada en sus aposentos, como por ejemplo, la falta de hilo o cualquier utensilio. Tanto se prodigó esta situación, que Cosme un día subió al primer piso y presenció atónito la escena de adulterio.
Cosme salió y fue a la Real Audiencia que estaba cerca. Las leyes de entonces, contemplaban que una vez pasado el acaloramiento del marido ultrajado, solo podía denunciar el hecho y así exigir incluso la pena de muerte para ambos en vez de ejecutarlos él mismo, acto que pudo ocurrir durante el trance en que Cosme sorprendió a la pareja.
Cosme, rencoroso, rechazó las peticiones de clemencia protagonizadas por amigos, familiares, e incluso la propia Real Audiencia. Y el 22 de Octubre de de ese mismo año se confirmó la sentencia de muerte en la horca y en racimo para estos casos. El mismo día por la tarde se dispuso según costumbre a construir el cadalso en la Plaza San Francisco.
El ajusticiamiento de Manuela y Márquez provocó tumultos en la ciudad, no siendo aceptado a nivel popular, y jóvenes estudiantes durante la noche quemaron las instalaciones para la ejecución. Esto volvió a ocurrir en la noche siguiente, nuevamente se quemó el cadalso, hasta que por fin a la tercera noche se dispuso vigilancia mediante soldados en los accesos a la plaza.
Al día siguiente, llego el momento de cumplir sentencia, por el arquillo del Ayuntamiento que comunicaba con el convento de San Francisco (situado entonces en la Plaza Nueva actual), apareció una comitiva de frailes franciscanos que se disponían abortar la ejecución. Los soldados no dejaron avanzar la comitiva, pero aprovechando el tumulto unos cuantos de franciscanos accedieron hasta Cosme, y un corpulento fraile en un gran abrazo de amor, le metió el crucifijo en la boca y gritó que por fin Cosme perdonó. Cosme con un dedo que le quedaba libre decía que no, pero no lo veía nadie. Lo que si se oía era la voz del corpulento fraile Padre Soto gritar ¡Ha perdonado! ¡Ha perdonado!
Los estudiantes se abalanzaron hacia el cadalso, el regente de la Real Audiencia hizo gesto de irremediable, y el asistente ordenó a la tropa no intervenir. Los estudiante arrebataron de la horca a los sentenciados y se los llevaron a hombro como triunfo al convento de San Francisco. Cosme quedó solo en la grada, la tropa se marchó y la gente regresó a sus casas.
Cuando se enfriaron los ánimos, la Real Audiencia reclamó los reos al convento, y exigió a Cosme que perdonase las vidas para evitar conflictos públicos. Márquez fue castigado durante una temporada a galeras, y Manuela ingresada en un convento. Pero pronto salió Manuela y volviendo a sus andadas, y de ahí por lo que la decían "La Maldegollada".