LA MATANZA DE LA JUDERÍA SEVILLANA:
Allá por 1.391, en la ciudad de Sevilla convivían sin dificultades judios, moriscos y cristianos.
En la primavera del mismo año, el Arcediano de Écija, don Fernando Martínez, comenzó a recorrer la ciudad, arengando y exhortando a los sevillanos en contra de la raza judía.
Desde la conquista de Sevilla por Fernando III, la autoridad de los reyes, había velado por respetar y hacer respetar los derechos de las minorías hebrea y musulmana, dejándoles el libre culto de sus religiones respectivas, en una mezquita, sita en la Plaza de San Pedro actual y las tres Sinagogas, ( una en lo que ahora es la Plaza de Santa Cruz, otra en lo que ahora es iglesia de Santa Maria la Blanca y otra en el actual templo de San Bartolomé).
Ocurrió que, don Fernando Martínez, llevó sus predicaciones mucho más allá de lo que la prudencia aconsejaba, soliviantando los ánimos populares contra los judíos, bajo un acendrado fervor religioso.
En el mes de marzo estalló al fin el odio sembrado por el Arcediano de Écija, promoviéndose un motín popular, en el que los plebellos, entrarón, por el barrio de la Judería saqueando tiendas y maltratando a sus moradores. Al saber la noticia, acudieron con alguaciles D. Alvar Pérez de Guzmán (Alguacil Mayor de la Ciudad) y los Alcaldes Mayores, D. Ruí Pérez de Esquibel y D.Fernando Arias de Cuadros.
Fueron apresados dos de los alborotadores, siendo condenados a unos cuantos azotes.
Esta impunidad, alentó al populacho que, enardecido con nuevas palabras del Arcediano de Écija, el día 6 de junio a los gritos de "muerte a los judíos", entraron nuevamente en el ya saqueado barrio. Esta vez, el pueblo bajo no se detuvo en saquear sino que, con cuchillos, dagas y herramientas se dieron a buscar a los judíos persiguiéndoles como a las fieras por las estrechas calles de la Judería.
En aquel entonces la Judería comprendía los actuales barrios de Santa Cruz, Santa María la Blanca y San Bartolomé, y estaba separado del resto de la ciudad por un muro (casi muralla), que bajaba desde el comienzo de la calle Conde Ibarra, pasando por la plaza de las Mercedarias, hasta la muralla de la ciudad. Así, el barrio judío quedaba encerrado, por un lado, por el muro del Alcázar, callejón del Agua arriba. Por otro lado, por ese muro de la calle Conde Ibarra; por abajo por la muralla de la ciudad que iba bordeando la puerta de Carmona, Puerta de la Carne, a enlazar con el Alcázar. Y por arriba otro muro desde Santa Marta al Alcázar y por Mateos Gago a Conde de Ibarra. Este barrio judío solamente tenía dos puertas, una en Mateos Gago, y otra, la Puerta de la Carne, que daba al campo.
Por ambas puertas, se precipitó el populacho, para impedir la huida de los hebreos. Hombres, mujeres y niños fueron degollados sin piedad en las calles, en sus casas, y en las sinagogas.
La matanza duró un día entero y perecieron la enorme cifra de cuatro mil criaturas.
Los pocos supervivientes, huyeron a las fueras de Sevilla. Pasado algún tiempo, y no sin recelo, volvieron algunas familias judías y reconstruyeron sus tiendas y sus casas, pero esto, no hizo que volviera a ser el barrio considerado como judío.
De las tres Sinagogasque existían por aquel entonces, fueron expropiadas y convertidas. La primera fué convertida en la Parroquia de Santa María de las Nieves (vulgarmente llamada la Blanca). La segunda, la hiciéron la Parroquia de San Bartolomé y la tercera, en la Iglesia de Santa Cruz, ( pero no la actual), que estuvo en el terreno que hoy ocupa la Plaza de Santa Cruz, hoy desaparecida (aunque actualmente está la nueva iglesia de Santa Cruz).
Los judíos de Sevilla no volvieron a reponerse de aquel exterminio; por lo cual, el decreto de expulsión de los judíos (dictado por los Reyes Católicos en 1492) fue notado en todas las ciudades del reino, menos en Sevilla, de donde no se expulsó prácticamente a nadie, puesto que no había ya judíos prácticamente en la ciudad.
Allá por 1.391, en la ciudad de Sevilla convivían sin dificultades judios, moriscos y cristianos.
En la primavera del mismo año, el Arcediano de Écija, don Fernando Martínez, comenzó a recorrer la ciudad, arengando y exhortando a los sevillanos en contra de la raza judía.
Desde la conquista de Sevilla por Fernando III, la autoridad de los reyes, había velado por respetar y hacer respetar los derechos de las minorías hebrea y musulmana, dejándoles el libre culto de sus religiones respectivas, en una mezquita, sita en la Plaza de San Pedro actual y las tres Sinagogas, ( una en lo que ahora es la Plaza de Santa Cruz, otra en lo que ahora es iglesia de Santa Maria la Blanca y otra en el actual templo de San Bartolomé).
Ocurrió que, don Fernando Martínez, llevó sus predicaciones mucho más allá de lo que la prudencia aconsejaba, soliviantando los ánimos populares contra los judíos, bajo un acendrado fervor religioso.
En el mes de marzo estalló al fin el odio sembrado por el Arcediano de Écija, promoviéndose un motín popular, en el que los plebellos, entrarón, por el barrio de la Judería saqueando tiendas y maltratando a sus moradores. Al saber la noticia, acudieron con alguaciles D. Alvar Pérez de Guzmán (Alguacil Mayor de la Ciudad) y los Alcaldes Mayores, D. Ruí Pérez de Esquibel y D.Fernando Arias de Cuadros.
Fueron apresados dos de los alborotadores, siendo condenados a unos cuantos azotes.
Esta impunidad, alentó al populacho que, enardecido con nuevas palabras del Arcediano de Écija, el día 6 de junio a los gritos de "muerte a los judíos", entraron nuevamente en el ya saqueado barrio. Esta vez, el pueblo bajo no se detuvo en saquear sino que, con cuchillos, dagas y herramientas se dieron a buscar a los judíos persiguiéndoles como a las fieras por las estrechas calles de la Judería.
En aquel entonces la Judería comprendía los actuales barrios de Santa Cruz, Santa María la Blanca y San Bartolomé, y estaba separado del resto de la ciudad por un muro (casi muralla), que bajaba desde el comienzo de la calle Conde Ibarra, pasando por la plaza de las Mercedarias, hasta la muralla de la ciudad. Así, el barrio judío quedaba encerrado, por un lado, por el muro del Alcázar, callejón del Agua arriba. Por otro lado, por ese muro de la calle Conde Ibarra; por abajo por la muralla de la ciudad que iba bordeando la puerta de Carmona, Puerta de la Carne, a enlazar con el Alcázar. Y por arriba otro muro desde Santa Marta al Alcázar y por Mateos Gago a Conde de Ibarra. Este barrio judío solamente tenía dos puertas, una en Mateos Gago, y otra, la Puerta de la Carne, que daba al campo.
Por ambas puertas, se precipitó el populacho, para impedir la huida de los hebreos. Hombres, mujeres y niños fueron degollados sin piedad en las calles, en sus casas, y en las sinagogas.
La matanza duró un día entero y perecieron la enorme cifra de cuatro mil criaturas.
Los pocos supervivientes, huyeron a las fueras de Sevilla. Pasado algún tiempo, y no sin recelo, volvieron algunas familias judías y reconstruyeron sus tiendas y sus casas, pero esto, no hizo que volviera a ser el barrio considerado como judío.
De las tres Sinagogasque existían por aquel entonces, fueron expropiadas y convertidas. La primera fué convertida en la Parroquia de Santa María de las Nieves (vulgarmente llamada la Blanca). La segunda, la hiciéron la Parroquia de San Bartolomé y la tercera, en la Iglesia de Santa Cruz, ( pero no la actual), que estuvo en el terreno que hoy ocupa la Plaza de Santa Cruz, hoy desaparecida (aunque actualmente está la nueva iglesia de Santa Cruz).
Los judíos de Sevilla no volvieron a reponerse de aquel exterminio; por lo cual, el decreto de expulsión de los judíos (dictado por los Reyes Católicos en 1492) fue notado en todas las ciudades del reino, menos en Sevilla, de donde no se expulsó prácticamente a nadie, puesto que no había ya judíos prácticamente en la ciudad.